Como decía en la última entrada al blog, no tuve mucha suerte con el tiempo, y las avutardas se quedaron pendientes para una próxima ocasión. Así que me quedé con las ganas de volver a La Serena en semana santa, para porbar suerte con el tiempo y otras especies, como la carraca o el sisón. Tampoco en esta ocasión hubo suerte, el sisón estaba entrando a duras penas y el tiempo terminó por aguarnos la fiesta, nunca mejor dicho, a mi y a la inmensa mayoría de los que esos días salimos de vacaciones. Finalmente, no pudimos hacer ni una especie ni la otra. Afortunadamente, Manuel Calderón, al que le agradezco su gran generosidad y compresión, nos dio la posibilidad de volver otro día y probar mejor suerte con el tiempo.
Así que aprovechando esa ocasión, volvimos para intentarlo nuevamente y esta vez sí, tanto la carraca como los abejarucos nos dieron una pequeña opción y aquí os dejo en imágenes la historia de esos días.
Al principio solo era la lluvia y donde esperábamos abejarucos solo aparecieron otras especies que no estaban invitadas, como este triguero (Miliaria calandra) o las siguientes de hembra y macho de gorrión moruno.
Triguero (Miliaria calandra) f/8, 1/500, iso 400, canon 500 mm f4 duplicador 1,4x
Gorrión moruno hembra (Passer hispaniolensis), f/8, 1/200, iso 400, canon 500 mm f4 duplicador 1,4x
Gorrión moruno macho (Passer hipaniolensis) , f/8, 1/200, iso 640, canon 500 mm f4, duplicador 1,4x
La tarde transcurrió entre amenaza de tormenta y lluvia hasta que finalmente antes de que la tormenta nos terminara por empapar, levantamos el chiriguito y no fuimos al hotel. Una tarde perdida. Pero estas cosas son las que ocurren cuando uno sale al campo....
Al día siguiente, con ganas renovadas entramos al hide de carraca, un lugar prometedor: una pequeña torre, tipo palomar, en la que anidaban también cernícalos y los hiperactivos estorninos. Día lluvioso a ratos y espera larga e infructuosa. Matamos el tiempo con siempre agradecidos estorninos que te entretiene, al menos, mientras llega a su cita la carraca. No llegó y un nuevo fracaso se unía al del día anterior. Bueno, así es el campo, ¿no?.
Los cernícalos primilla no estaban dentro de nuestro campo de visión, solo fugazmente les veíamos pasar y entrar al nido. Sus ruidosas cópulas y pequeñas trifulcas domésticas sobre nuestras cabezas no hacían más que aumentar nuestra pequeña frustración. Hacia el final de la mañana la carraca seguía sin aparecer y, a pesar de la baja temperatura y humedad que había, los primillas aumentaron su actividad con una sesión de baño en una pequeña charca, formada por la lluvia, situada a unas decenas de metros de nuestro hide y bastante lejos de nuestros objetivos. Una valla metálica próxima a la charca servia de posadero para terminar la sesión del baño. Pero no solo. Algunos aprovechan la ocasión y después del baño se aplicaron a tareas propias de la época reproductiva. Gracias al objetivo 500 mm pude obtener estas imágenes que de otro modo hubiera sido imposible. Tiene lógicamente un recorte importante.
Por la tarde, con una sensación de gran frustración por los dos días "perdidos", intentamos una nueva sesión con abejarucos pero en otro lugar donde al parecer se han contabilizado más de 400 parejas. Allá que fuimos con Manuel Calderón para valorar la colocación o no de los hide, pero rápidamente fue patente que los abejarucos se había largado a otro lugar. Solo algún despistado se oía de cuando en cuando en el aire tormentoso de la tarde.
Para un fotógrafo que sale al campo con el objetivo de capturar unas imágnes que más o menos ya tiene en mente, resulta bastante frustrante volverte de vacío y cuando esto ocurre, al menos a mi me pasa, busco imágenes que puedan compensar o aliviar esa desagradable sensación. Y a falta de abejarucos aprovechando una bonita luz que había en ese momento hicimos algunas fotillos que nada tenían que ver con con nuestra intención inicial. Además, luego en casa, anduve jugando con algunas herramientas de edición de fotografía y estos fueron algunos de los resultados.
Así que este fue el viaje, desde el punto de vista del objetivo inicial: un nuevo fracaso acumulado y vuelta para casa con las manos vacías, al menos en lo que se refiere a las especies que queríamos conseguir.
Pero, como decía al principio, la generosidad de Manuel Calderón, nos ha permitido volver otro día y tener una nueva ocasión, y ahora sí, tanto la carraca como los abajarucos cumplieron con las espectativas y estuvieron en su sitio, como debe ser, a la hora convenida. Así que se olvidaron todos los sinsabores de las largas horas de espera y los madrugones de otras ocasiones y aunque tampoco nos dieron muchas oportunidades, al menos pudimos sacar alguna que otra imagen.
La pareja de carraca llegó a la cita, aunque algo tarde, pensábamos ya que no iban a entrar. Estuvieron unos cuarenta minutos, más o menos, y durante este tiempo, descansaron un rato en los posaderos, tuvieron una pequeña trifulca con los estorninos, que no se asustan fácilmente, a pesar de la diferencia de tamaño, y después, cumpliendo con sus obligaciones reproductoras copularon y después desaparecieron. No pondré más fotos de estorninos para no cansar pero, como podéis imaginar, hasta que las carracas decidieron entrar los estorninos nos alegraron la fría y gris mañana.
Por la tarde, volvimos a intentar los abejarucos, al lugar de las 400 parejas y esta vez sí estaban por allí, ruidosos , revoloteando aqui y allá. Pusimos los hides rápidamente y finalmente empezaron a entrar al posadero. Esto nos dio la oportunidad de captar las imágenes siguientes. Pero una tormenta que amenazaba desde el horizonte y que lenta pero inexorablemente terminó por llegar, hizo que de manera súbita los abejarucos desaparecieran para no volver más en toda la tarde. No fue mucho tiempo el que nos concedieron pero fue más que nada. Estas son algunas de las pocas imágenes que pudimos caputrar.